¿Estoy sufriendo un ataque de ansiedad?
Hoy en día es común oír expresiones del tipo “tengo mucho estrés”, “estoy agobiado” o “no paro de sufrir angustia”. Y es que la ansiedad se ha convertido en una dolencia muy común en nuestra sociedad, un mundo en el que todo cambia continua y rápidamente.
Ataques de ansiedad. La ansiedad sirve para algo
Muchas veces, lo tomamos como algo negativo, pues nadie cree que la ansiedad sea nada bueno o pueda servir para algo. La verdad es que, en su justa medida, es algo muy útil, pues nos ayuda a adaptarnos y a reaccionar delante de los peligros y a los cambios estresantes del ambiente.
De hecho, la ansiedad es un tipo de respuesta automática que tenemos los seres humanos para adaptarnos a nuestro entorno. En situaciones de mucho estrés o grandes cambios, podemos sentirla con más intensidad y nos ayuda a reaccionar ante situaciones de riesgo.
Por ejemplo, si vamos a cruzar la calle con el semáforo en rojo y de repente oímos un bocinazo, casi antes de darnos cuenta que un coche nos ha estado a punto de atropellar, nos tiramos para atrás y notamos como la ansiedad recorre todo nuestro cuerpo, como si de un azote se tratara. Las pupilas se dilatan, la adrenalina empieza a recorrer nuestras venas y se nos acelera el corazón.
De igual modo que una gacela que se encuentra a un león en la sabana africana empieza a correr, delante de un riesgo, se dispara nuestra respuesta de huida o ansiedad y nos apartamos automáticamente y todos nuestros sistemas internos se ponen en alerta.
Esta primera reacción, el primer impulso, ha sido una reacción fisiológica causada por nuestro sistema límbico, que se pone en marcha y dispara sus respuestas de alerta para protegernos. Posteriormente a esta reacción, interviene nuestro pensamiento, nuestro propio razonamiento que intenta explicarnos qué ha sucedido exactamente y da órdenes a la amígdala, situada en el cerebro primitivo, para que detenga la respuesta de ansiedad y nos relajemos.
El problema viene dado cuando la ansiedad aparece sin ningún motivo aparente o de forma desproporcionada. Por ejemplo, un día estamos tan tranquilos mirando nuestro programa favorito en el salón de nuestra casa y, de repente, empezamos a sentir el corazón acelerado. Sin saber muy bien porqué, nos ponemos nerviosos y empezamos a respirar más rápido. Se nos empieza a cerrar la garganta y empezamos a tener dificultades para respirar. Hay gente que incluso, se queda agarrotada o siente cosquilleo en las extremidades. Una serie de pensamientos empiezan a asolarnos ¿Y si me estoy ahogando? Creo que me voy a morir. ¿Me estoy volviendo loco? ¿Y si me hago daño o daño a alguien?
No os preocupéis, lo que os está pasando no es nada grave en el fondo, aunque lo viváis como algo terrorífico. Un ataque de pánico o de ansiedad, no es algo de lo que vais a morir y, por supuesto, continuáis estando muy cuerdos, pero, se ha despertado en vosotros una respuesta brutal de ansiedad totalmente injustificada.
En estos casos, lo mejor, es intentar calmarse, respirar con una bolsa de plástico e intentar estar con alguien que nos tranquilice. Si lo preferís, podéis acudir a un centro de salud y os darán algún tranquilizante. En el peor de los casos, estos episodios no duran más de una hora o dos, pues la ansiedad tiene su límite.
Si sois de esas personas (que no hay pocas) que sufrís episodios similares a menudo, no dudéis en consultar a un especialista en la materia. Un psiquiatra o el mismo médico de cabecera, os pueden recetar medicación que normalizará vuestra situación. Los que seáis reacios a la medicación, podéis intentar consultar a un psicólogo. En muchos casos, los desajustes de las respuestas de ansiedad se pueden moderar y gestionar con un poco de terapia, técnicas de relajación o meditación.
Helena Romeu Llabrés
Psicóloga
Número colegiado 19543
Licenciatura en Psicología, Universitat Oberta de Catalunya.
Título de experto en Terapia Cognitiva, Universitat Ramon Llull.
Formación específica en Hipnosis Clínica, Gabinet mèdic i psicològic Dr. Romeu.
Licenciatura en Ciencias de la Información, Publicidad y RRPP, Universitat Ramon Llull.