Mejorar la relación padres-hijos
Cuántas veces en consulta he oído las siguientes quejas y lamentos:
“Es que mi hijo no me habla. Se encierra en su habitación a jugar con la Play. Nunca me hace caso. Siempre hace lo que le da la gana. Jamás quiere hacer sus deberes. Me grita y me responde. Lo único que le interesa son sus amigos. Nunca me cuenta nada. Está todo el rato con el móvil. No colabora en las tareas de la casa. Creo que mi hijo me odia.”
La relación padres-hijos
Las dificultades en las relaciones entre padres e hijos son una constante en nuestro trabajo. Como psicólogos son muchas las veces en que debemos asesorar a los progenitores sobre los vínculos que establecen con sus hijos y la educación que les dan.
La verdad es que en la mayoría de ocasiones dichos problemas son relativamente fáciles de tratar cuando uno sabe cómo hacerlo. Las pautas a seguir se rigen por unos pocos principios que, una vez conocidos y aplicados, obtienen rápidamente buenos resultados.
Algunos consejos para mejorar vínculos con nuestros hijos
- Hagamos examen de conciencia: Cuando un hijo no se comunica con sus padres, estos tienden a pensar que el niño tiene un problema, pero pocas veces se cuestionan si ellos forman parte de este problema. “Dices que tu hijo no te cuenta nada, que no te habla, ¿Y tú, le cuentas cosas tuyas a él?, ¿Cuándo te explica sus problemas, le escuchas con interés? ¿Le das importancia a lo que te dice?, ¿Le juzgas, le gritas o le repruebas duramente sino te gusta lo que te cuenta?, ¿Te burlas de él si lo que te explica te parece una tontería?”. Antes de decidir que nuestro hijo es el culpable de nuestra falta de comunicación, cuestionémonos a nosotros mismos e intentemos averiguar hasta qué punto hemos contribuido a esta situación. En la mayoría de las ocasiones observaremos que somos tan o más responsables que ellos.
- Prediquemos con el ejemplo: En el fondo, tus hijos son más jóvenes e inexpertos que tú. Ellos están aprendiendo a vivir esta vida y tú eres su referente a seguir. Ellos están confusos y perdidos y sólo buscan a alguien que les ayude y les enseñe. Intentad ser constantes y coherentes en vuestros actos, siendo un buen ejemplo a seguir. No les pidáis que hagan cosas que vosotros mismos no hacéis. Sed el adulto que les guíe en su camino.
- Antes de aplicar una solución averigüemos cual es el problema: “¡Has suspendido cinco asignaturas, castigado sin futbol!, ¡A mí no me respondas, vete a tu habitación!, ¡Lo que ti te pasa es que eres un vago y un inútil, a estudiar!” Para poner solución a las dificultades primero es imprescindible saber qué les pasa a nuestros hijos, sino, sin darnos cuenta, aplicando soluciones inadecuadas incluso empeoremos el problema. Quizás están teniendo problemas con sus compañeros de clase. A lo mejor, su novia les ha dejado. Puede que no sean tontos o perezosos sino que tienen problemas de concentración o de otro tipo como TDAH, dislexia, etc. Si por nosotros mismos no sacamos el agua en claro, consultemos a profesionales, es mucho más común de lo que os pensáis.
- Compórtate con ellos tal y como quieres que ellos lo hagan contigo: Si gritas a tu hijo no te extrañes si después él te grita a ti. Recuerdo a una madre que me decía “Es que mi hijo me muerde” y le preguntaba “¿Y tú qué haces?” a lo que ella respondía “Le pego un bofetón para que aprenda a no morder”. Promover una comunicación dónde impere el respeto y la asertividad es vital para que exista una buena relación entre padres e hijos. No les hagas nunca aquello que no quieres que ellos te hagan a ti. Compórtate con ellos tal y como lo haces con cualquier otra persona, de forma civilizada y respetando sus derechos. Recibirás aquello que coseches.
- Normas y límites claros, constantes y razonables: Debemos ser coherentes con aquello que consideramos un mal comportamiento y ser constantes en nuestra manera de actuar. Nuestros hijos deben tener claro aquello que pueden y no pueden hacer. Nosotros, como padres, somos los responsables de darles obligaciones, límites y responsabilidades, aplicando sanciones adecuadas y razonables en el caso de que incumplan las normas. Estas sanciones deben ser consecuentes a las faltas cometidas, para que aprendan sin que les traumatice que cuando uno actúa mal tiene consecuencias. En estos casos, me gusta citar la siguiente frase: Mano de hierro con guante de seda.
Helena Romeu Llabrés
Psicóloga Clínica
Licenciatura en Psicología, Universitat Oberta de Catalunya.
Título de experto en Terapia Cognitiva, Universitat Ramon Llull.
Formación específica en Hipnosis Clínica, Gabinet mèdic i psicològic Dr. Romeu.
Licenciatura en Ciencias de la Información, Publicidad y RRPP, Universitat Ramon Llull.